lunes, 31 de enero de 2011

FRAGMENTO DE SIDDHARTHA

JUNTO AL RÍO

Ya lejos de la ciudad, Siddharta caminó por el bosque. Sólo sabía una cosa con certeza: que no podía volver, que la vida que había llevado durante años había pasado, concluido, y que la había gozado hasta hastiarse.
Había muerto el pájaro cantor con el que soñara. El ave de su corazón había dejado de existir.
Fue un profundo cautivo del sansara, se embebió de asco y muerte por todas partes, como una esponja absorbe agua hasta empaparse. Siddharta estaba lleno de fastidio, de miseria y muerte; ya no existía nada en el mundo que pudiese alegrarle o consolarle.
Con ansiedad deseaba no saber nada de sí mismo, permanecer tranquilo, muerto. «¡Que caiga un rayo y me mate! -pensaba-. ¡Que venga un tigre y me coma! ¡Que tome un vino, un veneno que me adormezca, que haga olvidar y dé un sueño sin final! ¿Queda alguna suciedad con la que todavía no me haya manchado? ¿Un pecado o una necedad que no haya cometido? ¿Un vacío del alma sin sentir? ¿Era posible respirar y aspirar una y otra vez, sentir hambre, volver a comer, dormir, permanecer junto a una mujer? ¿No se había agotado ya ese círculo para Siddharta?»
Llegó junto a la orilla del gran río del bosque, el mismo que le hizo cruzar un barquero cuando todavía era joven y venía de la ciudad de Gotama. Se detuvo vacilante a la orilla del río. El cansancio y el hambre le habían debilitado. ¿Para qué seguir adelante? ¿Hacia dónde ir? ¿A qué destino? No, ya no existían objetivos; lo único que palpitaba era una ansiedad profunda y dolorosa de arrojar ese sueño confuso, de escupir ese vino soso, de zanjar esa vida miserable y vergonzosa.















Un árbol se inclinaba sobre la ribera del río: era un cocotero, en cuyo tronco apoyó Siddharta el hombro; Siddharta abrazó luego el tronco y observó el agua verde que se deslizaba a sus pies; miró hacia abajo y sintió deseos de soltarse y de desaparecer bajo el agua. Un vacío estremecedor se reflejaba entre las ondas, al que replicaba el terrible hueco de su alma. Sí, estaba acabado. Sí, para Siddharta, con la vida destrozada y sin meta, con su formación malograda, ya no quedaba otra solución que lanzar su existencia a los pies de los dioses con una sonrisa irónica.
Ese era su deseo: ¡La muerte, la destrucción de la forma odiada! ¡Que los peces devoren ese perro de Siddharta, ese demente, ese cuerpo desmantelado y podrido, esa alma decadente! ¡Que los cocodrilos se lo coman! ¡Que los demonios lo descuarticen!
Con el rostro desencajado clavó su vista en el agua: al ver el reflejo de su cara escupió en el agua. Lleno de abatimiento separó el brazo que apoyaba en el tronco y se volvió un poco para deslizarse y hundirse de una vez para siempre. Se hundía hacia la muerte con los ojos cerrados.
En ese instante sintió una voz llegar desde remotos lugares de su alma, del pasado de su agotada existencia. Era una palabra, una sílaba que repetía maquinalmente una voz balbuciente; se trataba de la vieja palabra, principio y fin de todas las oraciones de los brahmanes: el sagrado Om, que significa «lo perfecto» o «la perfección». Y en el momento en que la palabra Om alcanzó el oído de Siddharta, de repente despertóse su espíritu adormecido y reconoció la necedad de su intención.
Siddharta se asustó profundamente, y pensó cómo había podido llegar a aquel punto; se encontraba perdido, confuso, abandonado de toda sabiduría. Había intentado buscar la muerte. Un deseo tan pueril había podido crecer en su interior: ¡Encontrar la tranquilidad apagando su vida! Lo que no habían logrado en todo ese tiempo la tortura, el despecho y la desesperación, lo consiguió el Om al penetrar en su conciencia. Siddharta reconoció su miseria y su error.
-Om -repetía-. ¡Om!
Y de nuevo volvió a tener conciencia del Brahma, del carácter indestructible de la vida... que había llegado a olvidar.
Pero ese momento tan sólo duró un segundo, como un rayo. Siddharta se desvaneció al pie del cocotero, quedó su cabeza junto a la raíz y durmió profundamente.
Su sueño era hondo y libre de pesadillas; hacia mucho tiempo que no conseguía dormir así.
Cuando despertó, después de varias horas, le pareció que habían pasado diez años: escuchó el ruido del agua; no recordaba dónde se encontraba ni cómo había llegado hasta allí. Abrió los ojos y con asombro observó sobre su cabeza los árboles y el firmamento; lo pasado parecía estar cubierto por un velo inmensamente lejano e indiferente.
Sólo sabía que la vida abandonada había sido una encarnación pasada, anterior a su actual yo; comprendía que había conseguido apartarse de su anterior existencia, y se hallaba tan lleno de asco y de miseria que hasta había pretendido quitarse la vida; allí, junto a un río, bajo un cocotero, volvió en sí. Se había quedado dormido con la palabra sagrada Om, en los labios, y ahora se despertaba y contemplaba el mundo como un ser nuevo.

Hermann Hesse, Siddhartha, 1922.

http://www.opuslibros.org/Siddharta.pdf



VIDEOCLIP DEL FLIM SIDDHARTHA(1972) - O NO DIRE



O nodire
ekti kotha shudhai shudhu tomaare
bolo kothae tomar desh
tomar neiki cholaar shesh
O Nodire

tomar kono badhon naai
tumi ghor chara ki taai
ei acho bhataae aar
ei to dekhi jowaar e

bolo kothae tomar desh
tomar neiki cholaar shesh
O Nodire

ekul bhenge okul tumi goro
jaar ekul okul du kul gelo
taar laagi ki koro.

amae bhabcho michei por
tomar naai ki oboshor
shukh dukkho kotha kichu
koile na hoy amare

bolo kothae tomar desh
tomar neiki cholaar shesh
O Nodire

Hemanta Mukhopadhaya - O Nodi Re.mp3

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