sábado, 3 de marzo de 2012

LAS FORMAS DE LA BELLEZA

Una simple rama de acebuche, (que es un olivo silvestre, antepasado tal vez de los olivos de cultivo, según tengo entendido), salvada de la hoguera, rescatada de una muerte segura a cambio de un poco de calor...
Su piel, rugosa, tal vez árida y reseca, llena de mis imperfecciones, de mis malos pensamientos mientras la fui desnudando. Era un fenómeno extraño. Utilizando las herramientas: formón, un par de cuchillos, una raspa, etc, iba arrancándole esa piel que la cubría en casi toda su extensión, a cada fragmento que se desprendía le acompañaba un mal pensamiento mío, algo parecido a esos enfados en los que acabas fregando los platos o limpiando algo y que ciertamente son la representación en este mundo material de ir limpiando el alma...
Acabada de desnudar, su preciosa estructura, sus bellas líneas, me mostraron la esencia neutra de la pureza; sin imperfecciones causadas por la envoltura, por el vestido, por el ambiente que rodea esa existencia y que se acumula en forma de personalidad, de carácter, de ideales, de creencias...
Acariciaba la lija suavemente los pequeños vórtices que quizá se omitieron; era la VIDA que iba suavizando lo arisco que hay en nuestro ser...
Y como colofón final, el transparente vestido de barniz que realzó el carácter de esa bella madera, aunque fue la luz de oro del sol del atardecer quién espiritualizó el momento, diseñando una escena tan mágica que provocó en este servidor un momento de “trascendentalidad” tan emotiva, en la que mis ojos brotaron lágrimas que provenían directamente del alma...

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